Baste cerrar los ojos y remontar los recuerdos al olor de su cocina, el calor de sus manos y la suavidad de sus brazos al rodearnos amorosamente para percibir lo que todas las personas necesitamos como oxígeno: sentirnos amados, aceptados, cuidados y valorados. Es amor puro e insustituible; amor de abuela.

La abuela materna es quien transmite, de los cuatro, la mayor carga genética a sus nietas y nietos, pues es el óvulo y no el espermatozoide, el que aporta la información mitocondrial (solo se hereda de madres y abuelas); así, al estar embarazada de una niña, ella ya tiene formados desde antes de nacer los ovocitos de los que saldrán sus óvulos. Esos ovocitos a su vez tienen gran carga genética de su madre… ¡ y de su abuela! Inclusive se cree que el estado emocional de la abuela materna en su embarazo, es trasladado a sus nietos a través de su ADN. Otros estudios indican que aunque la carga genética que transmite el hombre es menor, ésta tiene mayor peso y determinación, sobre todo en el caso de determinadas enfermedades hereditarias como la diabetes de tipo 2, la obesidad o la esquizofrenia.

Pero volvamos a las abuelas; según el estudio “Los Correlatos Neuronales Del Cuidado De Las Abuelas”, del autor James K. Rilling, profesor de antropología de la Universidad de Emory, “Lo que realmente destaca en los datos es la activación de las áreas del cerebro asociadas con la empatía emocional”, es decir, al ver fotografías de sus nietos, se activaron áreas cerebrales indicativas de que las abuelas están orientadas a sentir lo que sienten sus nietos cuando interactúan con ellos. “Si su nieto está sonriendo, ella estará sintiendo la alegría del niño, pero si su nieto está llorando, estará sintiendo su dolor y angustia”. No sucedió lo mismo cuando vieron fotografías de sus hijos adultos, pues en esos casos se activaron las áreas de empatía cognitiva; es decir que ellas estaban concentradas en tratar de comprender racionalmente lo que sus hijas e hijos estaban pensando o sintiendo.

Esta investigación es muy interesante ya que pocas veces la ciencia dedica recursos a estudiar el cerebro de las y los adultos mayores mas allá de los problemas asociados al envejecimiento como son la demencia u otros trastornos. En éste, se revela a las abuelas como seres cuya cercanía amorosa a sus nietos hace realidad el hecho de que los seres humanos somos “cuidadores cooperativos”; conducta que hemos desarrollado para la crianza y que se puede observar aun en tribus ancestrales. Está demostrado que las abuelas sanas y comprometidas se relacionan positivamente con niños que obtuvieron mejores resultados en variables medidas como la aptitud académica, social, conductual y física.

De hecho, la gran mayoría de las encuestadas, opinaron que gozaban más la experiencia de ser abuelas que la de ser madres, pues ya no sufrían la presión económica, de tiempo o expectativa de crianza que vivieron en el ejercicio de su maternidad. Así también, la mayoría contestó que su principal desafío era tratar de no interferir cuando no estaban de acuerdo con la forma de crianza y valores que sus hijas e hijos inculcaban a su propia descendencia.

Algunas cifras: el 12% de la población mexicana son adultos mayores:15.1 millones de personas. Por cada 100 infantes, hay 48 de 60 y mas años, con pocas políticas públicas que amparen sus necesidades de salud, ingreso y convivencia social. México, que se precia de sus valores familiares y venera a la figura materna como “cuasi divina”, en la realidad maltrata al 18% de las mujeres de este rango de edad, casi siempre por personas de su círculo familiar por “viejas e inservibles”. De hecho, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación, plantea que las mujeres adultas mayores son el grupo con mayor vulnerabilidad.

A nivel mundial no existe un día determinado por la ONU dedicado a las y los adultos mayores. El día de los abuelos, en algunos países, dada la celebración católica que conmemora a San Joaquín y Santa Ana, padres de María y abuelos de Jesús, se celebra el 26 de julio. En México, el 28 de agosto.

En nuestra época, vemos abuelas guapas, que emprenden negocios, tienen novio o viven con su esposo como novios, viajan y gozan cada día como si fuera el último; pero al menos a esta escribana, aun en ellas, las súper modernas, no le ha tocado ver una sola que no brille y sonría desde lo más profundo de su alma cuando con todo orgullo y rebosantes de adoración enseñan una foto y dicen: “mira, este (a) es mi nieto (a). A ellas, las modernas y las tradicionales, a María de la Luz Lozano, mi güera adorada y a Juanita a quien no conocí, hasta el cielo, va ese entrañable amor que solo puede darse y recibirse de las maravillosas abuelas.

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