En la adelantada competencia presidencial, los discursos comienzan a estrellarse con la realidad.
Le sucedió al expresidente Vicente Fox con esa declaración que revela la nula apertura para comprender y aceptar cuáles son las aportaciones irreversibles del actual sexenio: la premisa de que, por el bien de todos, primero los pobres.
Como protagonista del soliloquio de muchos actores de la oposición que, en su ceguera de cuestionamientos, no logran entender por qué su adversario político avanza, el exmandatario del PAN subió en Twitter una petición para la senadora Xóchitl Gálvez: que, de ganar la Presidencia de la República, quite los programas sociales y deje de solapar “a los güevones”.
Una posición escandalosa por su insensibilidad social y por el nivel de ignorancia de lo que es hoy el Estado mexicano que, en la Constitución, garantiza como derechos los apoyos a adultos mayores, estudiantes y personas con discapacidad.
Y lo más lamentable del vergonzoso tuit de Fox: nunca se enteró que el tema que catapultó a Xóchitl Gálvez Ruiz dentro de la oposición fue su férrea defensa al derecho de réplica en Palacio Nacional para aclarar que ella siempre había respaldado la incorporación de los programas sociales en la Constitución.
Con una inteligencia política que sólo sus detractores podrán regatearle, la senadora fue parte de los pocos del PAN que, contrario a lo que sucedió en la Cámara de Diputados, comprendió en 2019 que el respaldo a los programas sociales era, además de una iniciativa presidencial, un mandato de las urnas.
El expresidente Fox no es el único que ante el irrefutable legado del presidente López Obrador tiene la impertinencia de pedir que lo borren.
Consecuentemente, Gálvez Ruiz hará una campaña bajo la premisa de que los derechos consagrados este sexenio en la Constitución resultan intocables para el futuro.
Esa oferta de continuidad, en vez de satisfacer a los constructores del discurso de la autoproclamada Cuarta Transformación, estropea la comodidad de los candidatos del oficialismo y de su auténtico coordinador de campaña, el presidente López Obrador.
Y es que ahora morenistas y afines no podrán centrar el dilema de la elección de 2024 en seguir o no con la prioridad que los mexicanos en condiciones de pobreza tienen por las transferencias de dinero en su apoyo.
Con sagacidad política innegable, el excanciller Marcelo Ebrard se salió de la agenda de la zalamería hacia el presidente López Obrador para colocarse en el centro del debate electoral con una disrupción tan evidente como dolorosa para Palacio Nacional: reconocer públicamente que el tema que más importa a los mexicanos, por deficitario, es el de la seguridad.
Un desmentido monumental para aquellos que con el elefante del fracaso sexenal de la estrategia de seguridad en la sala se atreven a llevar sus chistes al discurso señalando que “la derecha” golpeará a la 4T con el tema de la violencia criminal, como si ésta fuera un invento.
Pero Ebrard no se engaña con el petate de El Fisgón. El exsecretario de Relaciones Exteriores sabe que es ahí donde respira la herida del gobierno de López Obrador y, conocedor de los miedos de su adversaria, Claudia Sheinbaum a desmarcarse de la narrativa de Palacio Nacional, se adueñó anticipadamente de la agenda presentando el Plan ANGEL.
La promesa del exjefe del Gobierno capitalino y antes secretario de Seguridad del entonces DF suena a serie de Netflix: reconocimiento facial en vías públicas, detectores de armas mediante diversas tecnologías e identificadores de disparos.
¿Puede el exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, competir por la candidatura presidencial con un mensaje oficialista que niega el drama de la inseguridad y alega que todo está perfecto en el gobierno? Ciento por ciento no. Adiós.
¿Le es suficiente a Claudia Sheinbaum su oferta de profundizar la transformación sin marcar su raya con la marca sexenal de abrazos no balazos?
El tema de la violencia criminal pesa y ni el mejor defensor de la 4T, Gerardo Fernández Noroña, pudo sortear al elefante en la sala, cuando este miércoles, en Aguascalientes, ventiló su molestia ante los reporteros que lo cuestionaban sobre la ridícula y fallida consigna sexenal.
“Ustedes estaban acostumbrados a las farsas de García Luna que presentaba bandas de secuestradores y te dejaba intocados a los locos del crimen organizado”, reclamó el diputado a los reporteros.
Ya había calificado Noroña de “facho” el programa de Ebrard. “Yo creo que es el programa Lucifer, porque es un ángel caído Lucifer, no está yendo al tema”, criticó.
Y en medio del tiroteo de las preguntas sobre los lugares comunes de la mañanera presidencial que anuncia a los criminales que los acusará con sus madres y abuelos, el diputado petista atajó: “¿Por qué tanta violencia? Sereno… Me estoy burlando”.