A los ojos de gran parte de las personas adultas está bien visto que los niños y algunas niñas, consideren las armas como un juguete más para originar diversión y convivencia, sin advertir la violencia detrás de ello, y en medio de la cual se están formando las masculinidades.
De acuerdo con especialistas, el juego posee una carga lúdica y afectiva necesaria y suficiente para originar apegos hacia los modelos de conducta que se presentan en el mismo, a diferencia de otros espacios como el aula o la misma casa, luego entonces, de manera casi imperceptible pero fascinante, la violencia se va convirtiendo en lo que denominan una práctica de apego afectivo-lúdica.
Pienso en estos contextos precisamente cuando por estos días el regreso a las aulas en una mayoría de escuelas es eminente. Y no debemos soslayar que esta llegada es después de más de dos años de que la niñez y adolescencia tuvo espacios digitales de “socialización”, numerosas horas el día frente a una pantalla, “interactuando” en todo caso con sus pares virtuales.
Y en estas circunstancias de aislamiento por pandemia han “aprendido a ser hombres”
La relación existente entre hombres y armas se asume como un rasgo cultural, y es muy probable que ello influya en la ausencia de acciones contra la violencia generada por armas de fuego de tamaño pequeño.
Investigaciones de corte psicológico señalan que la exposición a expresiones de violencia en la cotidianidad con los medios de comunicación podría “inspirar” su aplicación real. La publicidad promueve también la idea de agresividad-fuerza física para probar la masculinidad y acceder a mujeres como bienes de consumo, abonando a lo que Rita Segato llama las pedagogías de la crueldad.
Esas pedagogías incluyen todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas, enseñando algo que va mucho más allá del matar, enseñan a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto. La trata y la explotación sexual practicadas en estos días son los más perfectos ejemplos, advierte Segato.
Tras el bombardeo en medios, en el inconsciente colectivo se equipara la violencia con armas, con una “vida mejor”, con estatus, como una garantía de que serán más atractivos a los ojos de mujeres que ven en ellos rasgos de poder, valentía, seguridad, protección; además que la publicidad posiciona la idea del arma como “llave” a una vida excitante. Basta revisar algunos de los nombres de algunas armas fabricadas en España: Apache, Atlas, Búfalo, Campeón, Celta, Cebra, Dragón, Destructor, El Cid, Elite, Gloria, Júpiter, Omega, Phoenix, Venus…
Con la niñez y adolescencia de regreso en las escuelas, sería conveniente pensar en la prevención, considerando los aspectos ya comentados para que la población infantil masculina pueda tener alternativas y opciones de juegos que no estén basados en peleas, confrontaciones, violencia, uso de armas de juguete;
Rita Segato y la pedagogía de la crueldad, y dónde dice mandatos de la masculinidad adjetiva “masculinidad machista,toxica,hegemônica”del orden social patriarcal y androcéntrico
y por el contrario pueda canjearlos por juegos donde tenga que practicar la cooperación, tenga que realizar prácticas artísticas de teatro, música y danza, a fin de generar cambios conductuales y actitudes encaminadas hacia una cultura de paz. Que el aula sea un escenario con espacios lúdicos y afectivos.
No olvidemos el efecto multiplicador de la violencia armada en la violencia por motivos de género, más homicidios y más feminicidios, más crimen organizado, más violencia doméstica.
De ahí la importancia y necesidad de desmontar el mandato de masculinidad, machista, toxica, hegemónica, no nutricia del orden social patriarcal y androcéntrico, pues es lo que produce recursos humanos para las guerras, como lo ha explicado muy bien Rita Segato, quien agrega que cuando ese mandato se combina con las armas de fuego es peligroso tanto para la seguridad, como para el bienestar de las personas.