De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante el 2021 se registraron 16 millones de mujeres de entre 15 y 19 años que dieron a luz en el mundo y entre esa cifra, México ocupa el primer lugar en embarazos de niñas y adolescentes dentro de los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Asimismo, nuestro país registra la tasa más alta de natalidad entre las adolescentes que es de 77.2 por cada mil nacimientos, en comparación con Suiza que registra el menor índice de natalidad de embarazos de adolescentes con tan sólo 4.3 por cada mil nacimientos, según el informe de maternidad en la niñez del Fondo de Población de las Naciones Unidas, (UNFPA, por sus siglas en inglés)
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), refieren que al día se registran 28 alumbramientos cuya edad de las madres oscila entre 10 y 14 años y en 5 de cada 10 casos, los progenitores tienen de 4 a 8 años más que las niñas. Lo anterior indica presunto abuso de género sobre las menores a través del uso de violencia física y emocional y en muchas ocasiones no se les permite expresar sus deseos y mucho menos tomar decisiones al resultar embarazadas.
A esta situación se suma la presión por parte de sus familiares, quienes en ocasiones les impide realizarse un aborto seguro. De esta manera se convierten en madres a temprana edad y a la larga se modifican sus planes, disminuyen sus oportunidades, aumenta su vulnerabilidad y se vuelven dependientes económicamente del entorno familiar.
Los registros indican que el 41% de los responsables de embarazos infantiles, son hombres mayores de 25 años. En el 21% de casos el padre tenía de 15 a 17 años. Mientras que el 2% correspondiente, el padre era menor de 15 años. El restante 36% se desconoce la edad del progenitor, debido a que esos embarazos son resultado de violaciones.
Lo anterior, nos revela que en su mayoría los embarazos de adolescentes no son producto de decisiones propias de las madres, donde el acto sexual no fue consentido y las menores se enfrentaron a un entorno desigual en el que el abuso por parte de los adultos coacciona, manipula y obliga a las menores a sostener relaciones sexuales a través del uso de la violencia física, alcanzándose en muchos casos, una tasa de fecundidad de 3.5 hijos por cada mil madres cuyas edades rondan los 12 a los 14 años.
Se debe observar que la procreación prematura en madres menores a los 20 años incrementa en más del 50% el riesgo de mortalidad prenatal o de morir en las primeras semanas de vida. Lo anterior contrasta con la situación que enfrentan los bebés de mujeres de 20 a 29 años, situación en la que se tienen mayores posibilidades de vida.
Entonces, cuanto más joven sea la madre, mayor el riesgo para el bebé. Además, los recién nacidos de madres adolescentes tienen una mayor probabilidad de registrar peso bajo al nacer, con el consiguiente riesgo de efectos en la salud a largo plazo.
Ante este escenario se requiere poner en marcha campañas de educación sexual integral, que permita a las niñas y adolescentes comprender las implicaciones de un embarazo temprano y a tener claro que las leyes están para protegerlas y que las instituciones las apoyaran en caso de sentirse amenazadas.
En nuestra sociedad debe prevalecer la empatía ante este fenómeno. México es el primer lugar a nivel mundial en embarazos de adolescentes. Este es un asunto poblacional que amplía las brechas sociales y de género. Es un tema de proyecto de vida, de educación, de salud, pero, sobre todo, de respeto a los derechos humanos, a su libertad y a su desarrollo como personas.
Por lo tanto, se deben seguir implementando acciones interinstitucionales coordinadas con políticas y planes nacionales, estatales y municipales, que enfrenten tanto las condiciones que lo motivan, sus determinantes económicas, sociales y culturales, así como sus causas subyacentes.
Trabajemos todos juntos para lograr que las niñas y adolescentes sean el eje medular de la transformación y acompañamiento que requiere nuestro país y que un embarazo no las conduzca a padecer de las oportunidades para el desarrollo personal y que a la larga inciden en forma negativa en la conformación de hogares con escasa autonomía e independencia económica.
Por Mtra. Gabriela Jiménez Godoy
Presidenta de Que Siga la Democracia AC
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