Los cambios legales para asegurar el avance de las mujeres han sido importantes en los últimos 30 años. La constitución de mecanismos para el adelanto de las mujeres en muchos países, como se orientó en la plataforma de acción de La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing en 1995, influyó poco a poco en fomentar etiquetación de recursos públicos para políticas públicas a favor del desarrollo de las mujeres, en la adopción de cuotas y luego la paridad para su inclusión en candidaturas y puestos públicos; en particular que las niñas y las adolescentes se promoviese su educación; así mismo su incorporación en el ámbito laboral, poco a poco ha sido acertado para que las mujeres pudieran tener iguales condiciones y tratos que los hombres.
En el mundo diversos organismos multilaterales y de la iniciativa privada miden estos avances en cada país. Una de esas mediciones es el Índice Global de la Brecha de Género del World Economic Forum que desde 2006 mide el progreso respecto de la paridad de género desde cuatro dimensiones: participación y oportunidad económicas, los logros educativos, la salud y la supervivencia, y el empoderamiento político. Este año se señala que el COVID-19 afectó la dinámica del avance que las mujeres tenían, respecto de los hombres. Una conclusión dramática es que para remontar la brecha de desigualdad en el mundo se necesitarían 132 años; es decir, que toda la población que hoy vive en el mundo, no la alcanzará a ver.
A pesar de los retrocesos que se enfrentan, incluso en países con una democracia consolidada, es indispensable no cejar en el impulso de los avances, particularmente estar alertas a los retrocesos en la legislación y en la inversión para el desarrollo sostenible, y responder de manera organizada en su restitución.
El caso más trágico respecto a su retroceso es Afganistán. El Índice Global de la Brecha de Género por sexto año consecutivo lo evalúa en el último lugar. Y no solamente los retrocesos se reflejan en los índices de la brecha de género, sino también en la violencia contra las mujeres y niñas. Las guerras utilizan la violencia sexual como arma de guerra. Al llegar ISIS al poder, esclavizó a las mujeres, niñas e incluso niños en una grave violación a sus derechos humanos. Las víctimas sobrevivientes han narrado cómo fueron compradas, vendidas, violadas y torturadas, y por desgracia este patrón se repite en otros lugares, como en Ucrania.
En el otro extremo, tres países, Islandia, Finlandia y Noruega son ejemplo de cómo las sociedades inscritas en una igualdad sustantiva, siguen manteniendo los primeros lugares, incluso coincidiendo con otros estudios.
México ocupa el lugar 32. Hay una presencia casi igualitaria en el ámbito legislativo; más presencia de mujeres en puestos públicos, la brecha en educación de las niñas y adolescentes se ha acortado, sin embargo sigue sin superarse la desigualdad social particularmente en zonas indígenas, rurales y suburbanas. En la economía, la pandemia golpeó más a las mujeres que a los hombres. La reflexión que debemos hacer, desde un enfoque feminista necesario, es que debemos seguir fomentando acciones a favor de los derechos de las mujeres para que tengan las misma condiciones de igualdad respecto a la otra mitad de la humanidad. México es ejemplo de que derechos alcanzados incluso en la ley, pueden ser conculcados.